1. – Breve historia del calendario romano
Los hombres de la antigüedad tenían una gran preocupación u obsesión, y ésta era el deseo de controlar el tiempo. Antes de la fundación de Roma e incluso antes de la destrucción de Troya, es decir, hace varios miles de años, muchas culturas antiguas utilizaban el calendario lunar para contar el tiempo. Aun así, los métodos de cada cultura o pueblo eran muy diferentes. Por ejemplo, los habitantes de Alba Longa dividían el año en 10 meses de 18 a 36 días cada uno, mientras que los de Lavinia tenían un calendario de 13 meses y 374 días.
Calendario primitivo de Rómulo
Durante el reinado de Rómulo-primer monarca de la recién fundada ciudad de Roma- quedó establecido un calendario lunar que estaba dividido en 10 meses y que contaba con un total de 304 días. Esto ocasionaba problemas, puesto que cada año las estaciones, las tareas agrícolas y las épocas dedicadas a distintas actividades comerciales caían en distinta fecha. El desfase del calendario oficial respecto al calendario natural (es decir, el de las estaciones, etc.) era de cerca de 51 días.
Calendario de Numa Pompilio
El sucesor de Rómulo, Numa Pompilio se conoce por ser quien puso orden a las bases de la religión romana, y eso incluye a los calendarios, pues eran esenciales para contar el tiempo y los días de los sacrificios, los cultos y las festividades religiosas. Los romanos eran muy supersticiosos, y creían que los números impares daban más suerte que los pares, así que Numa Pompilio restó un día a cada mes de 30 días, reduciendo el número de días del calendario a 298. A los 51 días de desajuste que había antes le sumó los 6 que había quitado a los meses que antes tenían 30, y repartió esos 57 días en dos nuevos meses, Ianuarius y Februarius. El primero era de 29 días, mientras que el segundo se quedó con 28, número que aunque traía mala suerte («…pero sólo febrero mantuvo 28 días, como si a los infiernos les conviniera una reducción y un número par» Macrobio, Saturnalia 13, 7) resultó ser apropiado para el mes de Plutón, el dios del infierno y señor de los muertos. Así, el calendario romano cerraba un año lunar regular, con cuatro meses de 31 días, siete de 29 y uno de 28.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que existía un ligero desajuste entre el calendario oficial y el año solar, por lo que decidieron modificar la duración del año. Februarius era un mes peculiar, puesto que constaba de dos partes, una que acababa el vigesimotercer día, denominado Terminalia, que era considerado el día que marcaba el final del año religioso. La segunda parte del mes duraba cinco días. Para ajustar el calendario al año solar, cada cuatro años los romanos añadían entre las dos partes de Februarius, después de la fiesta de Terminalia, un mes llamado Mensis Intercalaris, también conocido como Mercedonius. Los cinco días de Februarius posteriores al día 23 pasaban a ser los últimos del nuevo mes, que tenía una duración total de 27 días. Como resultado se obtenía un año de 377 días (22 más que los años normales).
Meses
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Calendario de Numa
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Martius
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31
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Aprilis
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29
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Maius
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31
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Iunius
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29
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Quintilis
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31
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Sextilis
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29
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September
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29
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October
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31
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November
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29
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December
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29
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Ianuarius
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29
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Februarius
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28 (años intercalares: 23)
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Mensis Intercalaris
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0 (años intercalares: 27)
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Antes de proseguir con la historia del calendario romano, es necesario decir que el sistema antiguo para fechar los días y los meses del año era, en muchas ocasiones, bastante impreciso. Era muy común que los pontífices -encargados de introducir los Intercalaris en el calendario- no lo hiciesen en el debido momento, adelantando o retrasando la fecha unas semanas para prolongar o acortar el servicio de oficiales, magistrados, etc. Existieron casos en la historia de Roma en que los años estiraron su duración oficial, como fue el caso de Julio César, que, por razones que luego veremos, alargó su tercer consulado (año 46 a.C.), llegando a durar 445 días. Por ello, en muchos momentos de la historia romana encontramos indeterminaciones en las fechas, o años que no encajan con los cálculos.
¿1 de enero?
La culpa de que el año comience el 1 de enero es de los españoles. Sí, en algún momento tendríamos que aparecer, ¿no? Como aparece en la tabla de la página anterior, el primer mes del año romano era Martius, dedicado a Marte, el dios de la guerra. ¿Os imagináis la fiesta de fin de año entre febrero y marzo, que suele ser época de exámenes? El caso es que en el siglo II a.C. hubo que alterar la posición de dos meses. Todo ocurrió hacia el año 154 a.C. con un nuevo levantamiento de lusitanos en Hispania -en la zona de Extremadura-. La sublevación estalló a finales de diciembre (décimo mes romano) y por tanto a tan sólo dos meses de concluir el año. El Senado romano debía tomar una decisión, y tenía dos opciones. Se podía organizar apresuradamente un ejército y enviar al cónsul vigente para que aplastase la revuelta en sólo dos meses, o podían dejar que la sublevación se propagara y esperar hasta Martius y la llegada de un nuevo cónsul. Teniendo en cuenta que los romanos tenían un gran respeto hacia los mos maiorum, está claro que no cambiarían la tradición de elegir al nuevo cónsul a principios del año. Por ello, y es que los romanos eran muy rebuscados, decidieron cambiar el calendario de modo que el año comenzaba en el mes de Ianuarius -y no en el de Martius, que era un momento mucho más adecuado para preparar campañas militares consulares-. A través de esta tercera solución, se consiguió respetar la tradición y lo que era más importante, designar un nuevo jefe militar para sofocar las sediciones lusitanas. ¡Ay qué calda damos los españoles!
Es necesario hacer dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, parece ridículo que una insignificante revuelta pudiera cambiar el calendario romano, pero debemos pensar que el adelanto del inicio de año al mes de enero era una medida pensada desde hacía tiempo. Además, existe un gran debate sobre el cuándo y el porqué de que el año empiece en enero. Algunos como Plutarco o Macrobio le atribuyen el cambio a Numa, mientras que en un calendario de época imperial encontramos una anotación en el día 1 de enero
2. – Los nombres de los meses
Como ya habréis visto, los nombres de nuestros meses son muy semejantes a los que tenían los romanos, y es que vienen directamente del latín. Pero, ¿a qué se deben esos nombres?
En sus inicios, el primer mes del año era Martius, mes dedicado a Marte, el dios de la guerra y padre de Rómulo y Remo. En este mes tenían lugar los reclutamientos de jóvenes para el ejército y las elecciones del nuevo cónsul, que gozaría de un año entero para dirigir a sus soldados contra los enemigos de Roma. Martius era el mes ideal para comenzar una campaña militar, pues ya habían cesado las fuertes nevadas del invierno y empezaba el buen tiempo de la primavera.
El siguiente en la lista era Aprilis, cuyo nombre no se sabe con certeza de donde proviene. Una teoría dice que deriva del verbo aperire (abrir), ya que es el mes de la temporada de apertura de las flores y la germinación de las plantas. Pero Aprilis estaba consagrado a Venus, la diosa de la belleza y madre de Eneas, el antepasado de Rómulo y Remo que huyó del incendio de Troya y recorrió buena parte de las costas mediterráneas para acabar en la península Itálica con la misión de fundar una nueva troya. Eneas era griego, y la diosa griega equivalente a Venus era Afrodita, por lo que hay historiadores que sostienen que el mes de Aprilis debía su nombre a la diosa Aphrodita, evolucionando fonéticamente de la forma etrusca asociada con esta diosa (Apru) o del diminutivo griego para la misma (Aphros).
De nuevo, hay varias teorías acerca del origen del nombre Maius. Una de ellas dice que debe su nombre a la diosa griega Maya, que equivaldría a la diosa romana de la fertilidad y del crecimiento, Bona Dea, cuya fiesta se celebraba durante el mes de Maius. Ovidio ofrece una segunda etimología, en la que sostiene que Maius se llama así por el latín maiores (viejos, mayores) y que el mes siguiente (Iunius) por iuniores (jóvenes).
Iunius parece que proviene de la diosa Juno, esposa de Júpiter y protectora del matrimonio y de las mujeres. Sin embargo, Ovidio atribuía el nombre Iunius a iuniores.
Los siguientes cinco meses (Quintilis, Sextilis, September, November y December) debían sus nombres a la posición en la que se encontraban, es decir, Quintilis era el quinto mes, Sextilis el sexto, September el séptimo, November el noveno y December el décimo. No hay que olvidar que en aquellos tiempos el primer mes era marzo, y no enero, por lo que hoy en día “diciembre” no es el décimo mes, sino el duodécimo.
Numa Pompilio mandó construir un templo al dios Jano o Ianus en latín, dios al que consagró el mes de Ianuarius, introducido también por él en el calendario romano. Ianus tenía dos caras mirando hacia lados opuestos, y era el dios protector de las puertas de las murallas de Roma y de las viviendas. Tenía otro atributo, era el dios de los principios y de los finales, por lo que enero era el mes del dios bifronte que vigilaba el paso de un año abriendo las puertas a otro. De nuevo aparece el debate sobre si el año comenzaba el 1 de enero, porque si Ianuarius no fue el primer mes del año hasta el siglo II a.C. ¿cómo es que era el mes que abría el nuevo año? Aparentemente esto no tiene mucho sentido, pero es que los romanos tenían dos calendarios, uno civil y otro religioso. El civil, que comenzaba en Martius con la entrada de los magistrados a sus cargos hasta que sucedió aquella revuelta lusitana que obligó a cambiar el inicio del año al día 1 de enero, y el religioso. Parece ser que en el calendario religioso los meses de Ianuarius y Februarius precedían a los otros diez.
Februarius fue añadido al calendario también bajo el reinado de Numa, y era el mes de la purificación, que en latín se dice februum. En el día 15 de ese mes tenían lugar los Februa, una serie de rituales de purgación, lavado y limpieza para acabar el año libres de todo pecado. No hace falta decir que Februarius pasó en el siglo II a.C. a ser el segundo mes del año.
Julio César no hizo reforma alguna en la nominación de los meses, pero después de su muerte sí la hubo, y en su honor. En el año 44 a.C., Marco Antonio decidió, para halagar la vanidad de César, dedicarle el mes de su nacimiento (Quintilis), que pasó a llamarse Iulius. Más tarde, en el año 8 a.C., por iniciativa del Senado Romano se acordó renombrar el mes de Sextilis en adulación a Cayo Julio César Octaviano, más conocido como César Augusto, dando lugar al mes de Augustus. Éste no era el mes de su nacimiento, pero los hechos más importantes de su subida al poder -incluida la caída de Alejandría- ocurrieron en agosto.