El cristianismo es una religión monoteísta de orígenes semíticos que se basa en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como su fundador y figura central. Sus seguidores creen que Jesús es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo Testamento, que murió para la redención de los pecados del género humano, y que resucitó después de su muerte.
Dentro de sus textos y escritos sagrados, comparte con el judaísmo el Tanaj, el cual constituye, junto con la Biblia Septuaginta.
Sus inicios datan de la primera mitad del Siglo I de la Era Cristiana. Está históricamente probado que hay un desfase de 4 a 8 años entre el inicio del cómputo de la Era cristiana y la fecha precisa del nacimiento de Jesús de Nazaret, llamado Cristo., el cristianismo era considerado como una doctrinasectaria más entre las tradiciones judías e israelitas, al igual que otros cuerpos de ideas y creencias de esa parte del mundo en esa época.3Desde que el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano en el siglo IV, ha influido de manera significativa en la cultura occidental y en muchas otras culturas a través del mundo. En la actualidad posee más de 2.100 millones de fieles,4 o cerca de un tercio de la población mundial, siendo la religión con más seguidores del mundo.
La palabra "cristianismo" proviene del griego cristiano, la cual a su vez proviene del nombre propio Cristo, traducción del hebreo "Mesías" que significa "Ungido". El origen del término se indica en el libro de Hechos de los Apóstoles:
Los romanos nunca elaboraron una mitología excesivamente compleja sino que asimilaron la tradición griega, adaptándola a sus propias particularidades. Más adelante, cuando el Imperio Romano estaba en plena época de expansión, los romanos no tuvieron demasiados reparos en adoptar las principales divinidades de los pueblos que conquistaban.
A menudo se considera que esta asimilación tenía una finalidad meramente política. De este modo se intentaba asegurar una cierta unidad en el Imperio. En cualquier caso, gracias a ello, la religión romana se configuró a partir de una mezcla extraordinaria de cultos e influencias.
Influencias griegas
La influencia griega es, sin duda, la más importante. Es la que introdujo más cambios en el panteón romano, hasta el punto de que la mayoría de dioses griegos tiene un equivalente latino con atributos similares. Por ejemplo, el Zeus griego es el Júpiter romano, Atenea es Minerva o Poseidón es Neptuno.
La asimilación de la tradición griega no se refiere únicamente a los dioses. Muchas leyendas, como la propia fundación de Roma, parecen ser de origen helenístico. En los mitos latinos se mezclan personajes de ambas mitologías y muchos relatos no son sino adaptaciones de historias griegas.
La mitología es la historia fabulosa de los dioses, mediante la cual los pueblos intentan explicar sus orígenes y los fenómenos de la naturaleza.
Las mitologías griega y romana personificaron en los dioses a todas las fuerzas de la naturaleza y también aquellos principios morales que consideraron fundamentales en su sociedad. Como dioses, estos seres eran invencibles e inmortales, pero eran veleidosos y presa de los mismos defectos de los seres humanos. Quizás por ello tendían a mezclarse con los hombres y engendrar con ellos divinidades menores, encargadas de regir algunos aspectos de la vida cotidiana.
La aparición de la mitología de otros pueblos ha planteado el interrogante sobre en qué momento del desarrollo humano se generaron estas historias. Asimismo, los parecidos entre unas y otras nos hablan de la migración de los pueblos primitivos y el intercambio de sus tradiciones
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EL MUNDO MITOLOGICO
Se suela definir a la palabra mito diciendo que es todo relato de los tiempos fabulosos y heroicos. Pero la verdadera significación de este término, su definición más exacta y comprensible es: fábula, cuento o narración fantástica en la cual uno o varios dioses, semidioses o héroes divinizados tienen un papel predominante. De no intervenir personajes de un panteón religiosos, en vez de mitos se trata ya de leyendas o de simples cuentos.
Los mitos son esencialmente populares y anónimos.
EL ORIGEN DE LOS DIOSES
Según el poeta griego Hesiodo en su obra Teogonía: Ante todo fue el Caos. Luego Gea (la Tierra), la del ancho seno, eterno e inquebrantable sostén de todas las cosas, y Eros, el más hermosos de los inmortales, que penetra con su dulce languidez a dioses y hombres, doma los corazones y triunfa de los consejos prudentesð.
Caos, Gea y Eros fueron, pues, los tres elementos primordiales. Pero no coexistentes, sino aparecidos en el orden en que se van mostrando.
Para Hesiodo, el Caos era el espacio abierto, el Vacío y Gea no era la tierra tal cual estaba cuando los griegos la contemplaban en tiempos del poeta, sino la materia terrestre en vías de formación, concebida como elemento primordial del cual iban a salir las razas divinas. Eros no era tampoco el amor humano personificado, puesto que aún no existían los hombres y ni siquiera los dioses, sino esa especie de fuerza misteriosa que empuja todo a combinarse, mezclarse y unirse para dar origen a la vida. Fuerza que sin producir nada por si misma, hace producir a todo cuanto toca. Y en primer lugar a Caos y Gea, que gracias a él empezarían la sucesión de sus generaciones.
EL ORIGEN DIVINO
Una vez hecha la luz, Gea entra en acción, comenzando la serie de sus generaciones que se suceden en el orden siguiente: Como con Caos, con el Vacío no puede engendrar (pues los griegos jamás admitieron que de la nada saliese algo, por ser la ðnadað la negación misma de todo elemento), empieza a concebir sola. Es decir, sin el concurso de un elemento macho.
Lo primero que engendra es a Urano, el Cielo personificado, que cubre que cubre la Tierra como elemento fecundante. En Hesiodo, como se ve, Urano es hijo de Gea, la Tierra, antes de ser su esposo.
Luego Urano concibió a las Montañas (la Tierra va formándose en el tiempo) y enseguida Postos, personificación masculina de elemento marino, del Mar.
El culto imperial en la Antigua Roma era la veneración de unos pocos emperadores elegidos como dioses una vez que fallecieron; el único emperador que se declaró a sí mismo dios mientras aún vivía fue Domiciano lo que causó escándalo.
Hacer que ciertos emperadores fallecidos se convirtieran en dioses se convirtió en un elemento prominente de la religión en el Imperio romano durante el Principado, hasta el punto de que algunos parientes de emperadores fueron también deificados (con la palabra Divus precediendo a sus nombres, o Diva si eran femeninos). El culto pronto se divulgó por toda la extensión del Imperio. Sólo se abandonó en el Dominado, después de que el emperador Constantino I comenzara a apoyar el cristianismo.
La apoteosis de un emperador era un acto esencialmente político interpretado por el sucesor del emperador muerto para reforzar la majestad del oficio imperial y, a menudo bastante efectivamente, para asociar al actual emperador con un predecesor bien considerado. Puesto que era una herramienta de propaganda centrada en los líderes, el culto imperial romano puede considerarse un culto de la personalidad
Bajo la denominación de culto imperial se incluye el conjunto de rituales realizados en honor del emperador romano y su familia (una vez al año los habitantes debían quemar incienso ante su estatua, diciendo: «César es señor»). Anteriormente Alejandro Magno había afirmado ser descendiente de los dioses de Egipto, y decretó que debería de ser adorado en las ciudades de Grecia.
Aún en vida de Julio César, éste consintió en la erección de una estatua a cuyo pie rezaba la inscripción Deo invicto (en español, «Al dios invencible») en el 44 a. C. El mismo año se hizo nombrar dictador vitalicio. El Senado votó para que se le construyera un templo y se instituyeran juegos en su honor. Después de su muerte lo colocaron entre los demás dioses y le dedicaron un santuario en el foro. El heredero de César, Augusto, hizo construir un templo en Roma dedicado al «Divino Julio» (Divus Iulius). Como hijo adoptivo del deificado Julio, Augusto también recibió el título de Divi filius («Hijo de dios»). Se hizo llamar Augusto, fue honrado como divino y se le puso su nombre a un mes del año (Agosto) tal como había sucedido con su padre (Julio). Aunque Augusto en vida no pidió ser adorado, después de su muerte el Senado le elevó al rango de dios y lo declaró inmortal.
El objetivo principal de este culto era demostrar la superioridad del gobernante (mediante su adscripción a una esfera divina), y la sumisión de los habitantes a los dictados de aquél.
La adoración del emperador (que en realidad era política más que personal) fue un elemento poderoso de unidad en el imperio, puesto que era una especie de deber patriótico
Tácito describe en sus Anales (IV, 37-38 y 55-56) que Augusto y Tiberio permitieron que se erigiera un único templo en su honor durante sus vidas. Estos templos contenían, no obstante, no sólo las estatuas del emperador gobernante, que podía ser venerado a la manera de un dios, sino que también se dedicaban al pueblo de Roma (a la ciudad de Roma, en el caso de Augusto, y al Senado en el de Tiberio). Ambos templos estaban situados en la parte asiática del Imperio Romano. El tempo de Augusto estaba situado en Pérgamo, mientras Tiberio no consintió ningún otro templo o estatua en su honor aparte de los existentes en Esmirna, ciudad elegida en el año 26 entre 11 candidatas para erigir estos templos.
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Antes de la Edad Contemporánea, la situación de confesionalidad del Estado era la condición natural de cualquier sistema político. En el Imperio romano, el culto al emperador fue una forma de conciliar el politeísmo incluyente de todo tipo de religiones con la unidad política, y lo que convirtió al cristianismo (de hecho a cualquier monoteísmo que no aceptase el culto imperial) en una religión disolvente y por lo tanto perseguida. El Edicto de Milán de Constantino (que otorgaba una especie de libertad religiosa), y el posterior edicto de Tesalónica de Teodosio convirtieron al cristianismo en la religión oficial del Imperio y establecieron el Papado y la Iglesia como instituciones paralelas al propio Estado. La desaparición del Imperio romano de Occidente abrió la Edad Media, que supuso una separación de hecho del cristianismo occidental (católico) y oriental (ortodoxo), que se hizo oficial con el Cisma de Oriente (1054).
Las monarquías de Antiguo Régimen supusieron un control sobre sus iglesias católicas nacionales, mientras que la Reforma luterana establece iglesias nacionales en los países del norte de Europa. El principio de la cuius regio eius religio (propuesto en la Dieta de Augsburgo que discutía la Confesión de Augsburgo, y definitivamente impuesto en la Paz de Augsburgo) impone que la religión del reino será la religión del rey. Se impondrá en una era de guerras de religión que acabará con el tratado de Westfalia. Entre los escasos lugares de Europa que mantienen la tolerancia religiosa (aunque se mantengan como Estados confesionales) se destacan los Países Bajos y la República de Venecia, y parcialmente el Imperio otomano.
El primer Estado que proclamó su indiferencia a los asuntos religiosos fue Estados Unidos, influido por la ideología de la Ilustración francesa.
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Era obligado rendir culto a los dioses de la casa (lares, manes y penates), en forma de fuego del hogar, mientras no se extinguiera la familia. Su sacerdote era el Pater familias, y se celebraba en el lararium. Había dioses específicos para la vida cotidiana:
Nundina, dioses o genios protectores del nacimiento y desarrollo del hombre
Educa y Pontina, dioses del comer.
Cunina o Cunaria, diosa que guardaba los niños en la cuna y a la cual ofrecían libaciones de leche las matronas romanas.
Ossipago, dios que robustece los huesos.
Abeona, diosa que enseñaban a andar.
Fabulinus, Farinus y Locutius, dioses que enseñaban a hablar.
Terduca, diosa que llevaba al niño a la escuela y lo protegía en el camino.
Domiduca, diosa que lo devolvía al hogar desde la escuela y lo protegía en el camino.
El campesino invocaba al dios del barbecho, de la labor, de los surcos, sementeras, al de segar, trillar. Entre los dioses agrícolas están Rucina, Messia, Tutulina, Terensis, Apulino, Tellumo vervactor, Tellumo occator, Tellumo Messor, etc.
Los ganaderos tenían sus divinidades propias:
Bubona, que velaba por los rebaños de bueyes
Epona, que velaba por las yeguadas
Pales, que velaba por los rebaños de carneros
Flora y Silvanus, dioses tutelares pastores
Pomona, diosas tutelares de jardineros y hortelanos
También se rendía culto a las almas de los muertos o manes. Los romanos creían que las almas de los muertos bajaban como sombras donde estaba el cuerpo del difunto, y después volvían al fondo de los abismos, sin comunicación con el mundo de los vivos. La religión romana dictaba para los difuntos la necesidad de incineración