La religión romana era bastante
compleja; es una religión con un gran sentido utilitario al servicio de los
individuos y del estado. A diferencia de las grandes religiones que conocemos
en la cultura occidental –judaísmo, cristianismo e islamismo-, la religión
romana ni es monoteísta –“de un solo dios”- ni tiene un libro que rija sus
preceptos religiosos, creencias, fe, o recoja sus mitos y dogmas –como ocurre
con la Torah entre los judíos, la Biblia entre los cristinos o el
Corán con los islámicos-. Además, carente de moral, la religión romana
realizaba de manera general sus ritos y sacrificios con el objetivo de obtener
un beneficio de los dioses.
El politeísmo de los romanos era en cierto modo
exagerado; divinidades protectoras para cada una de sus actividades e incluso
para sus objetos más importantes; se ha llegado a calcular que eran considerados
divinos unos 30.000 entes, muchos de ellos meras personificaciones de trabajos u
otros aspectos de la vida romana
Todas estas divinidades tenían lo que lo romanos
denominaban numen –“poder divino”-, si bien muchas de ellas no se
consideraban personalidades individuales; de hecho, casi nunca fueron
representadas con una figura o forma concreta. Los romanos debían atraerse las
voluntades divinas –voluntates o numina- en alguna circunstancia
concreta de su vida; por ello, celebraban ceremonias complejas y minuciosas, que
con frecuencia no implicaban a sus divinidades, ni explicaban su origen ni
historia ni su culto, sino que más bien eran meras ceremonias, sacrificios y
ritos, de los que, al mismo tiempo, su calendario estaba llen