viernes, 25 de enero de 2013

Espacios públicos para el ocio

El yacimiento arqueológico del Barrio del Foro Romano está constituido por un conjunto de edificaciones romanas descubiertas en la ciudad de Cartagena, antigua Carthago Nova, construidas en torno a una de las principales vías de la ciudad en aquellos tiempos: el Decumano Máximo. Desde este decumano se accedía a un gran conjunto termal y a un gran edificio con un atrio que ha sido identificado como una sede de un collegium.
Las termas
Las termas romanas son recintos públicos destinados a baños típicos de la civilización romana. En las antiguas villas romanas los baños se llamaban balnea o balneum y si eran públicos.
Eran baños públicos con estancias reservadas para actividades gimnásticas y lúdicas. También eran consideradas lugares de reunión y a ellos acudía la gente que no podía permitirse tener uno en su casa, como los plebeyos o los esclavos. A veces los emperadores o los patricios concedían baños gratis para el resto de la población.

Arquitectura de la Antigua Roma

La arquitectura de la Antigua Roma es probablemente uno de los testimonios más significativos de la civilización romana. Se caracteriza por lo grandioso de las edificaciones, y su solidez que ha permitido que muchas de ellas perduren hasta nuestros días. La organización del Imperio Romano normalizó las técnicas constructivas de forma que se pueden ver construcciones muy semejantes a miles de kilómetros unas de otras.
Podemos encontrar :
El teatro romano,anfiteatros y circos romanos :
La política de romanización de los pueblos conquistados hizo que se construyeran teatros romanos, así como anfiteatros, circos, foros y templos, con similares características a lo largo de todo el imperio, desde Hispania hasta Oriente Medio. Hay ciertas semejanzas entre circos, teatros y anfiteatros de la Roma antigua. Todos se construyeron con iguales materiales —piedra y mortero romano— y tenían como fin servir al ocio ciudadano por medio del espectáculo. Sin embargo, cada uno tenía funciones y forma diferentes:
                   El circo romano se usaba para las carreras de caballos y cuadrigas.
                   
         El anfiteatro romano utilizado para acoger espectáculos y juegos (munera, lucha de     gladiadores y venationes, lucha de animales).

        
         El teatro romano se usaba para representaciones de obras teatrales, griegas y romanas.

Vestimenta romana.
El vestido romano por excelencia era la toga. En un principio las vestían tanto los hombres como las mujeres, aunque más tarde pasó a ser utilizada sólo por los hombres. La toga consistía en un semicírculo de tela, gruesa en invierno y fina en verano, muy complicada de poner y que dejaba el brazo derecho libre. Según los adornos que llevara la toga, recibía diversos nombres. La toga no la vestían ni los esclavos ni los plebeyos.Bajo la toga llevaban la túnica, que ceñían con un cinturón y adornaban con una banda.
  1. .Las togas se hacían de varios colores distintos
  2. El emperador llevaba  una orla  color  púrpura, mientras que la de un ciudadano notable la llevaba  de lana blanca de alta calidad.
  3. Los artesanos y los pobres llevaban togas de lana de color oscuro
  4. La toga cándida se teñía de forma especial en blanco y la llevaban aquellos que se presentaban a las   elecciones.
La toga primitiva no era la misma que las prendas de vestir , amplias o plisadas, sino más simples. No se sabe como llegó a desarrollarse hasta la gran toga del Imperio.

La toga era un símbolo de dignidad; los magistrados o los senadores la llevaban cuando desempeñaban los deberes inherentes a su cargo. La de los altos funcionarios tenía una franja púrpura.
La toga era una gran pieza de fina lana, de forma semicircular que se llevaba colgada de un hombro, dejando el otro brazo libre, y que caía hasta los tobillos. En esencia era como una capa, pero que envolvía el cuerpo, en lugar de caer libre mente.
Otra prenda similar de los hombres era el pallium, versión romana del himatión griego.
 
Alimentos romanos.
Cuando los recursos escaseaban, el alimento básico fue el puls durante más de 300 años. Se trataba de una especie de gachas de harina de trigo
Pero la glotonería y el despilfarro de comida en los que incurrieron los romanos de la época imperial no fue siempre así. Cuando los recursos escaseaban, el alimento básico fue el puls durante más de 300 años. Se trataba de una especie de gachas de harina de trigo. Este paupérrimo plato derivó, en los tiempos de mayor abundancia, hacia el puls iuliano, que contenía ostras hervidas, sesos y vino especiado.
El alimento básico de la sociedad romana era el trigo. En tiempos de Julio César (49-44 antes de Cristo), unos 230.000 romanos se beneficiaban de los repartos de este cereal (annona) con el que se producía la harina y, por consecuencia, el pan.
A su lado, otro alimento destacado en la dieta romana era el vino, aunque la ciencia por conservarlo estaba poco desarrollada. Como se agriaba con facilidad en las ánforas donde se almacenaba, se bebía con especies, o se servía caliente y aguado.
Quienes no se podían permitir grandes dispendios en tiempos de carestía desayunaban sopas de pan y vino. Estas abundaban: de farro, garbanzos y verduras, coles, hojas de olmo, malva, etc.
El romano que podía hacía un gran consumo de leche, de cabra o de oveja. Así como de las aceitunas. La carne más consumida era la de cerdo, a la que con el tiempo se le fueron sumando las de buey, cordero, oveja, cabra, ciervo, gamo y gacela. Incluso la de perro.
La dieta del romano durante la República apenas alcanzaba las 3.000 calorías, de las que al menos 2.000 procedían del trigo. Los ricos se aficionaban al consumo de carne condimentada con una serie de productos que iban determinando las características de la futura gran cocina imperial: pimienta, miel, coriandro, ortiga, menta y salvia.
Los romanos comían tres o cuatro veces al día:

  • desayuno (ientaculum),
  • almuerzo (prandium),
  • merienda (merenda) y
  • cena (cena)
Esta última era la más importante. Se hacía en familia, al final de la jornada. Uno de sus mayores placeres era una buena conversación en torno a la mesa. De la cena diaria a base de lechuga, huevos duros, puerros, gachas y judías con tocino se pasaba a una sofisticada cena de convite con invitados dividida en tres partes:
  • el gustus o aperitivo para abrir el apetito (melón, atún, trufas, ostras,…),
  • la prima mesa (cabrito, pollo, jamón, marisco, ….) que era el plato fuerte, y
  •  la secunda mesa, los postres.
Los bocados de lujo eran el loro y el flamenco. Se evitaban las carnes de ibis y cigüeña porque devoraban serpientes, y la de golondrina, que comía mosquitos. En la época imperial nadie ponía coto a la gula ni al derroche en la mesa: pollos, gallinas y ocas se engordaban con harina hervida y aguamiel o con pan empapado en vino dulce.
El pescado más apreciado fue el salmonete. Los pobres que no podían aspirar a las especies de mar o a las procedentes de los bulliciosos vivideros se consolaban con degustar las morrallas en salmuera (maenae).
Los ricos comían mucho en casas de amigos, en los banquetes. Los pobres, por el contrario, a menudo lo hacían en la calle puesto que no siempre disponían de fogones ni pucheros en los que cocinar. Las algarrobas y los altramuces formaban parte de su dieta.
La plebe solo accedió al consumo de carne en la época de Aureliano (siglo III), cuando se repartía gratis. Era de burro. La carne de buey se reservaba para la mesa de los pudientes.
A modo de curiosidad, la llamada moretum, cuyos principales ingredientes eran queso de oveja, apio y cebolla, era la primera comida que hacían los recién casados

Un día en la vida de un ciudadano romano

A comienzos de nuestro milenio, había muchas ciudades prósperas dentro de los dominios de Roma. Sin embargo la líder indiscutible de ellas, era la misma ciudad de Roma. A pesar de esto, elegiremos una ciudad más chica, pero de una importancia capital para nuestro estudio.
La ciudad que hemos elegido es Pompeya y la razón la entregará una fecha: 24 de agosto del 79 d.C.
Este día no fue como cualquier otro en la vida de los habitantes de esta ciudad. Este día se produjo la erupción del Vesubio, el volcán que dominaba desde las alturas la Bahía de Nápoles y que invadió de muerte y destrucción a gran parte de lo pueblos y ciudades que se encontraban en sus alrededores.
Ese 24 de agosto miles de toneladas de lava, ceniza, humo tóxico y rocas cubrieron Pompeya y significaron la muerte para miles de personas y animales que no alcanzaron a escapar. Sin embargo, esas cenizas también conservaron todo lo quedó enterraron. Casas, tiendas, baños públicos hasta los mismos alimentos y los cuerpos de personas y animales que fueron pillados por la muerte ahí donde estaban, fueron conservados como si se hubiera parado el tiempo en esta ciudad y en sus vidas.
Producto a esa desgracia, un día en la vida cotidiana de una ciudad romana se congelo en el tiempo permitiendo revelar todo un mundo que sin esta catástrofe hubiera sido muy difícil de conocer por completo.

El mal de algunos a veces se convierte en el bien de otros.

Cómo ejemplo, imaginémonos un día en la vida en la ciudad de Pucón a la sombra del imponente volcán Villarrica. Este volcán que ilumina con su rojo furia todas las noches del verano del 2005, y que en el día deja ver en su cima una columna de humo, nos está advirtiendo que no está muerto, sino sólo dormido. Algo parecido pasaba con el Vesubio.
Al igual que en esos tiempos, hoy la gente pasa sus vacaciones y se divierte en Pucón como si el Villarrica no existiera, ¿pero qué pasaría si una noche, sin aviso de ningún tipo, este volcán erupcionara con la misma fuerza y potencia que el antiguo Vesubio?
Si para nosotros es imposible dimensionar una tragedia como esta, imaginémonos como fue en los tiempos de estos romanos que vivían a la sombra de un volcán como el vesubio que parecía muerto desde hace ya muchos siglos.

La casa, espacio de la vida privada.

Las actividades que desarrollaban los romanos en los días laborables duraban, generalmente, de solo a sol, como vamos a ver ahora.
Se levantaban antes de salir el sol, sobre las 4:30 en verano y las 7:30 en invierno. Se lavaban la cara, los brazos y las piernas (el resto del cuerpo cada nueve días, en la época republicana, aunque si era época imperial se lavaban de cuerpo entero diariamente), y luego pasaban a la cocina a desayunar; y así ya estaban disponibles para sus ocupaciones.
Primero el ciudadano rico recibía en el atrio a los clientes (salviatio), los cuales saludaban al señor (salve), e incluso le daban la mano o un beso en la mejilla. Desde las 6:30 horas (en verano) se dedicaban a los asuntos personales, (visitas, votaciones, negocios, etc.) o también a asuntos públicos (en el caso de que fuera magistrado).
Al mediodía se suspendían los trabajos hasta el día siguiente y entonces se tomaba el prandium, una especie de almuerzo frío con frutas y vino. Después, hacia las dos de la tarde, se echaban la siesta, meridiatio.
A continuación de la siesta, cada nueve días en la época republicana, tomaban un baño de cuerpo entero. El ciudadano rico en su propia casa y el pobre en los baños públicos (thermae).
Seguidamente solía darse un paseo, y a la hora décima (sobre las cuatro de la tarde) se sentaban en la mesa para tomar la “cena”, la última y abundante comida del día.
Finalmente, acabada la cena, se iban a dormir.
La comida ordinaria.
Los romanos cenaban en el “atrium”, sentados en banquillos o sillas alrededor de la mesa. Algo más tarde, para retirarse un poco a la intimidad, se iban al “tablinium”, y por eso se llama cenaculum a cualquier habitación puesta sobre el piso normal de la casa tipo pompeyano.
En las villas se cenaba en la cocina, que era muy amplia, sentados en torno a una o varias mesas, según la gente que había en la villa.
Cuando llegó la costumbre griega de comer tumbados en divanes se reservó una habitación para la cena que se llamó “triclinio”.
En lasa casas importantes había comedores de invierno y de verano.
El nombre de “triclinio” procede de los tres lechos que se tendían en torno a la mesa del comedor. Estos lechos, de derecha a izquierda, se llamaban: “summus, medius, imus”, y en cada uno se recostaban tres comensales que recibían el nombre de “locus summus, locus medius, locus imus”.

Las casa.
Las casas romanas más lujosas unifamiliares se llamaban domus. Eran de una sola planta y su estructura evidencia el carácter cerrado de la organización familiar antigua. Estaban orientadas hacia el interior, sin apenas ventanas y en torno a un patio central, atrium. Las casas ofrecían todo tipo de comodidades incluyendo calefacción, con un hipocausto. A la entrada había un vestíbulo y las fauces.
De aquí se pasaba a un atrium, que consistía en un patio interior cubierto con una apertura en el centro llamada compluvium que dejaba entrar el agua de lluvia. Este agua caía en un pequeño estanque llamado impluvium. Al atrio daban las distintas dependencias de la casa: dormitorio, cubiculum, comedor ( triclinium ), cocina (culina), y recintos laterales  (alae). Por influencia griega se construyó el tablinum, despacho del pater familias en el que solía recibir a sus clientes. También detrás del atrio se construyó un peristilo, que no es otra cosa que un patio mayor rodeado de columnas a la manera de los claustros de nuestros conventos. En él solía encontrarse un jardín.

Cuando se trataba de casas en las afueras de las ciudades o en el campo se las llamaba villae.
Las casas de los romanos más modestos se llamaban ínsulae (como AR0 nuestras 'manzanas' de casas). Eran de muchos pisos, a veces demasiados. Se sabe que, ya en tiempos del emperador Augusto, se prohibió que tuvieran más de siete pisos para que no fueran demasiado peligrosas. Pero aun así algunas medían más de 18 metros de altura, como la famosa ínsula Felicles. Los inquilinos vivían en pisos alquilados que se llamaban cenacula. Pero, como los alquileres eran muy caros, era frecuente que el inquilino realquilara habitaciones a otros hasta llegarse a un tremendo hacinamiento. Uno de los peligros más temibles era el de los incendios debido a que los inquilinos usaban braseros en invierno. 

El matrimonio romano y la familia romana

El matrimonio
Situación conyugal socialmente reconocida que producía ciertos efectos jurídicos en el ámbito del derecho romano. En la antigua Roma, existía matrimonio legítimo cuando un hombre y una mujer que hubieran alcanzado la pubertad y reuniesen las indispensables
condiciones legales, convivían con apariencia conyugal honorable.
La institución del matrimonio romano poseía un carácter más social y jurídico y se componía de dos elementos esenciales: la affectio maritalis, o voluntad de comportarse recíprocamente como marido y mujer, evidenciada en el hecho de la convivencia, y el honor maritalis, que distinguía el matrimonio de ciertas uniones estables como el concubinato. El matrimonio romano era una institución del ius civile y, por lo tanto, aplicable únicamente a los ciudadanos romanos, que exigía los siguientes requisitos: capacidad natural determinada por la madurez sexual de los contrayentes; capacidad jurídica, o ius conubium, que suponía que los cónyuges estaban en posesión del status libertatis y del status civitatis; y consentimiento manifestado en la recíproca voluntad de los cónyuges de permanecer unidos en matrimonio. La consecuencia jurídica más importante del matrimonio, en el ámbito del derecho de familia, era que los hijos habidos dentro de él permanecían bajo la autoridad del pater familia.

La familia romana
Es la célula social por excelencia, fundada en las creencias religiosas (culto de los dioses manes).
Inicialmente, se confunde con la "gens". La autoridad absoluta pertenece al jefe de la familia, el pater familias.

Este poder se llama patria potestas y no tiene límite, ya que el padre de familia tiene derecho de vida y muerte sobre todos los miembros de la familia, incluyendo a algunos "clientes" y a los esclavos.
El matrimonio es, en general, religioso (consiste en hacer adoptar a la esposa la religión familiar del marido). Pero existe también una forma no religiosa, que se efectúa mediante la compra de la esposa (la coemptio).
La esposa del pater familias, la matrona, no tiene ningún derecho; está íntegramente sometida a la autoridad del marido y, a la muerte de éste, a la del hijo mayor.
El hijo lleva el apellido de familia de su padre se le da, además, un nombre  y un sobrenombre (cognomen). El sobrenombre suele tener un carácter hereditario. Por ejemplo, el orador y político Cicerón, se llamaba Marco (nombre) Tulio (apellido) Cicerón (sobrenombre).
En el caso de que el niño sea adoptado (trámite muy frecuente en Roma cuando no se tenían hijos) se le añade un sobrenombre suplementario, que recuerda generalmente a la familia de la cual procede.
La mayoría de edad civil se consigue a los 17 años; el joven, entonces, viste la toga blanca de los adultos pero sigue sometido a la autoridad paterna.
No se podría terminar de hablar de la familia, sin hacer un alto antes en la sociedad romana, lo cual nos servirá para definir claramente lo que el concepto de familia en roma.

viernes, 11 de enero de 2013

La muerte y los funerales

Los romanos no colocaban las tumbas en un lugar tranquilo y solitario, sino a orillas de las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas. En Pompeya todavía podemos contemplar las tumbas a lo largo de las calzadas que salían hacia el norte desde la Puerta de Herculano y hacia el sur desde la de Nuceria.
Algunas eran grandiosas e impresionantes y parecían casas en pequeño; otras eran mucho más sencillas. Era una costumbre corriente decorarlas con guirnaldas de flores y colocar ofrendas de vino y comida delante de ellas.
El que enterraran a los muertos en las orillas de sus concurridas calzadas, en lugar de en cementerios tranquilos, no era por parte de los romanos una muestra de falta de respeto hacia aquéllos. Al contrario, creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus se les aparecerían y les llegarían a causar daños. Era muy importante proporcionar al difunto una tumba o un sepulcro, donde su espíritu pudiera tener una morada. Pero también se pensaba que el muerto quería estar cerca de los vivos

En la Antigua Roma los ritos funerarios fueron evolucionando con el tiempo. Siempre hubo una preocupación por los muertos, a quienes veneraban y temían. Los romanos siempre realizaron ritos fúnebres con más pompa y ostentación que los griegos. Respecto a las prácticas, hubo gran variedad durante la historia del gran pueblo romano

Diferenciación de clases hasta en la muerte
En la Roma clásica, incluso en la muerte se diferenciaba a los ricos de los pobres. Prueba de ello es que los ricos eran incinerados durante el día, y los pobres y niños eran inhumados de noche, no cremados, porque la cremación era mucho más cara.

A los cadáveres se les hacía varios ritos. El primero, llamado conclamatio, consistía en pronunciar el nombre del muerto. A su vez, se le cerraban los ojos (este acto normalmente lo realizaba el hijo), mientras las mujeres exteriorizaban su dolor con todo tipo de lamentaciones. Después, sobre todo a los fallecidos de buena posición, se les lavaba con agua caliente, se les amortajaba y se les depositaba en el atrio de la casa, convenientemente decorado con ornamentación floral, con los pies mirando a la puerta. Los esclavos abanicaban al muerto y evitaban que les diera el sol, mientras las mujeres realizaban sus lamentos.

El cadáver se vestía según la posición social del difunto en vida. Si no era una persona relevante, se le ponía una toga normal. Si había sido censor, se le colocaba la toga purpúrea y si había sido cónsul se le ponía la toga praetexta. Si había sido un triunfador, se le vestía con la toga picta. Durante la exposición del cadáver se sacaba una muestra de su rostro en cera a modo de máscara, el cerae.

El funeral también variaba según la posición social del muerto. Si había fallecido alguien de notoriedad se realizaba un funus indictivum: se pregonaba que había un funeral para que se congregase todo el mundo. El funus plebeum era el funeral de las personas pobres, con el mínimo ceremonial para dar sepultura digna y pagado por la collegia, una asociación que se dedicaba a ello, como una especie de seguro de deceso moderno. En honor de la muerte de personajes importantes se realizaban los Juegos Fúnebres, que fueron el origen de los juegos de los gladiadores.

La infancia en Roma

Los romanos eran muy supersticiosos, no solo a nivel de culto, sino que además se servían de amuletos y de fórmulas mágicas para conjurar a los demonios o preservar la salud. Los niños solían llevar un amuleto llamado “bulla” que consistía en una pequeña cápsula suspendida al cuello, la cual contenía “filacterias” o palabras mágicas. El rito de Desprenderse de la bulla antes de vestir la toga viril suponía el paso a la madurez adulta.




Los niños romanos eran muy similares a muchos de nuestro tiempo. En sus ratos de ocio realizaban pintadas en las paredes y dibujos.Ejemplos de ello se constatan en el paedagogium del palacio de Augusto o en alguna calle de Pompeya. Jugaban por las calles a la caza, al escondite, reñían entre si y tenían juguetes parecidos a los de ahora. De echo en algunas tumbas se han encontrado muñecas articuladas con su pequeño ajuar, aros, pequeños carros, trompos, pelotas, etc. A modo de canicas usaban nueces o manzanas. Tenían figurillas de plomo, animales minúsculos, dados, que se llamaban de una manera general “tesserae”, y que el jugador lanzaba por medio de un cubilete llamado “fritillus

En cuanto a lo que el DERECHO ROMANO establecía sobre la infancia, distinguía púberes e impúberes. Las mujeres entraban en la pubertad a los 12 años de edad, y los hombres desde los 14 (y en un principio se discutía si además era necesario un examen corporal que diera cuenta de su madurez física: el habitus corporis. El varón púber sui iuris pasa a ser plenamente capaz a efectos del derecho civil, pudiendo celebrar todo tipo de negocios jurídicos e incluso contraer matrimonio. Las mujeres púberes, en cambio, eran incapaces, (por desgracia era así) quedando sometidas a una tutela especial para mujeres, de carácter vitalicio, aunque con el tiempo fue adquiriendo un carácter meramente formal.

Entre aquellos que aún no alcanzaban la pubertad se distinguían los infantes e impúberes mayores que infantes. Al principio se consideran infantes aquellos niños que todavía no pueden hablar, y luego, en la época clásica, a aquellos que no pueden aún comprender lo que hacen, para finalmente, en la era post-clásica quedar el límite de edad fijado a los 7 años.

Los infantes son incapaces absolutamente, debiendo actuar por ellos su tutor. Los impuberes infantia maiores pueden celebrar actos jurídicos autorizados por su tutor, e incluso pueden tener responsabilidad penal