viernes, 25 de enero de 2013

Vestimenta romana.
El vestido romano por excelencia era la toga. En un principio las vestían tanto los hombres como las mujeres, aunque más tarde pasó a ser utilizada sólo por los hombres. La toga consistía en un semicírculo de tela, gruesa en invierno y fina en verano, muy complicada de poner y que dejaba el brazo derecho libre. Según los adornos que llevara la toga, recibía diversos nombres. La toga no la vestían ni los esclavos ni los plebeyos.Bajo la toga llevaban la túnica, que ceñían con un cinturón y adornaban con una banda.
  1. .Las togas se hacían de varios colores distintos
  2. El emperador llevaba  una orla  color  púrpura, mientras que la de un ciudadano notable la llevaba  de lana blanca de alta calidad.
  3. Los artesanos y los pobres llevaban togas de lana de color oscuro
  4. La toga cándida se teñía de forma especial en blanco y la llevaban aquellos que se presentaban a las   elecciones.
La toga primitiva no era la misma que las prendas de vestir , amplias o plisadas, sino más simples. No se sabe como llegó a desarrollarse hasta la gran toga del Imperio.

La toga era un símbolo de dignidad; los magistrados o los senadores la llevaban cuando desempeñaban los deberes inherentes a su cargo. La de los altos funcionarios tenía una franja púrpura.
La toga era una gran pieza de fina lana, de forma semicircular que se llevaba colgada de un hombro, dejando el otro brazo libre, y que caía hasta los tobillos. En esencia era como una capa, pero que envolvía el cuerpo, en lugar de caer libre mente.
Otra prenda similar de los hombres era el pallium, versión romana del himatión griego.
 
Alimentos romanos.
Cuando los recursos escaseaban, el alimento básico fue el puls durante más de 300 años. Se trataba de una especie de gachas de harina de trigo
Pero la glotonería y el despilfarro de comida en los que incurrieron los romanos de la época imperial no fue siempre así. Cuando los recursos escaseaban, el alimento básico fue el puls durante más de 300 años. Se trataba de una especie de gachas de harina de trigo. Este paupérrimo plato derivó, en los tiempos de mayor abundancia, hacia el puls iuliano, que contenía ostras hervidas, sesos y vino especiado.
El alimento básico de la sociedad romana era el trigo. En tiempos de Julio César (49-44 antes de Cristo), unos 230.000 romanos se beneficiaban de los repartos de este cereal (annona) con el que se producía la harina y, por consecuencia, el pan.
A su lado, otro alimento destacado en la dieta romana era el vino, aunque la ciencia por conservarlo estaba poco desarrollada. Como se agriaba con facilidad en las ánforas donde se almacenaba, se bebía con especies, o se servía caliente y aguado.
Quienes no se podían permitir grandes dispendios en tiempos de carestía desayunaban sopas de pan y vino. Estas abundaban: de farro, garbanzos y verduras, coles, hojas de olmo, malva, etc.
El romano que podía hacía un gran consumo de leche, de cabra o de oveja. Así como de las aceitunas. La carne más consumida era la de cerdo, a la que con el tiempo se le fueron sumando las de buey, cordero, oveja, cabra, ciervo, gamo y gacela. Incluso la de perro.
La dieta del romano durante la República apenas alcanzaba las 3.000 calorías, de las que al menos 2.000 procedían del trigo. Los ricos se aficionaban al consumo de carne condimentada con una serie de productos que iban determinando las características de la futura gran cocina imperial: pimienta, miel, coriandro, ortiga, menta y salvia.
Los romanos comían tres o cuatro veces al día:

  • desayuno (ientaculum),
  • almuerzo (prandium),
  • merienda (merenda) y
  • cena (cena)
Esta última era la más importante. Se hacía en familia, al final de la jornada. Uno de sus mayores placeres era una buena conversación en torno a la mesa. De la cena diaria a base de lechuga, huevos duros, puerros, gachas y judías con tocino se pasaba a una sofisticada cena de convite con invitados dividida en tres partes:
  • el gustus o aperitivo para abrir el apetito (melón, atún, trufas, ostras,…),
  • la prima mesa (cabrito, pollo, jamón, marisco, ….) que era el plato fuerte, y
  •  la secunda mesa, los postres.
Los bocados de lujo eran el loro y el flamenco. Se evitaban las carnes de ibis y cigüeña porque devoraban serpientes, y la de golondrina, que comía mosquitos. En la época imperial nadie ponía coto a la gula ni al derroche en la mesa: pollos, gallinas y ocas se engordaban con harina hervida y aguamiel o con pan empapado en vino dulce.
El pescado más apreciado fue el salmonete. Los pobres que no podían aspirar a las especies de mar o a las procedentes de los bulliciosos vivideros se consolaban con degustar las morrallas en salmuera (maenae).
Los ricos comían mucho en casas de amigos, en los banquetes. Los pobres, por el contrario, a menudo lo hacían en la calle puesto que no siempre disponían de fogones ni pucheros en los que cocinar. Las algarrobas y los altramuces formaban parte de su dieta.
La plebe solo accedió al consumo de carne en la época de Aureliano (siglo III), cuando se repartía gratis. Era de burro. La carne de buey se reservaba para la mesa de los pudientes.
A modo de curiosidad, la llamada moretum, cuyos principales ingredientes eran queso de oveja, apio y cebolla, era la primera comida que hacían los recién casados

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